Es hora de federalismo

La situación política y social actual es una caja de bombas a punto de explotar. No hay recetas fáciles para desactivarla, pero la inmensa mayoría de la sociedad, especialmente la clase trabajadora, necesitamos paz, convivencia y tener las necesidades básicas satisfechas. Que la macroeconomía, en términos de PIB, vaya (objetivamente) como un cohete no significa que las microeconomías familiares también lo hagan. De hecho, la brecha entre ricos y pobres, a pesar de los esfuerzos de contención del alza de los precios de elementos básicos (alimentación, vivienda, educación, sanidad y energía) sigue ampliándose, creando un caldo de cultivo estupendo para los populismos y la intolerancia.

La difusión constante del peligro que encierra la extrema derecha es la mejor campaña que se le puede hacer al fascismo, porque les sitúa como alternativa. Haríamos mejor en centrarnos en cómo satisfacer las demandas de la sociedad que en alertar del peligro de la extrema derecha que se aprovecha de los errores del sistema. Por tanto, a la extrema derecha no se la combate sembrando el pánico ante su irrupción, sino con políticas de izquierda que reduzcan las desigualdades sociales, garanticen una vida digna para todos, y sitúe la equidad, la convivencia, el respeto y la tolerancia como ejes sobre los que construir sociedades socialmente justas que progresen colectivamente.

Durante meses, los medios de comunicación han insistido en el auge de la extrema derecha, pero si ha habido un gran triunfador en los resultados de las elecciones europeas ha sido la abstención, la desafección por la política. Es decir, los ciudadanos no perciben la utilidad de la política, y por ello la participación en las elecciones europeas ha sido muy baja (el 51% de media), a pesar de que en países como Bélgica o Grecia el voto es obligatorio. Así, por ejemplo, la abstención en Portugal ha sido superior al 63%, en España, superior al 50% y en Cataluña, superior al 55%. política útil. Por lo que respecta al supuesto auge de la ultraderecha en Portugal su porcentaje ha bajado a la mitad, y en Italia, Finlandia o Suecia han perdido votos. Cierto es que han crecido en Alemania y en Francia, pero también es cierto que en Alemania crecen alternativas de resistencia como la Alianza Sahra Wagenknecht – Por la Razón y la Justicia (BSW)- que llena parte del espacio que dejan escapar los partidos del gobierno liderados por el SPD. Igual sucede en Francia, donde la Francia insumisa de Melenchon consigue el 10% de los votos ganando en todos los extrarradios obreros de las grandes ciudades: Paris, Lyon, Marsella o Estrasburgo… y donde la unión de la izquierda en las próximas legislativas francesas puede parar los pies a la extrema derecha de LePen. Los elementos de resistencia están ahí.

Por lo que respecta a España, las recetas no son diferentes. Los elementos de resistencia a los antifranquistas son los mismos partidos que aprobaron la moción de censura a M.Rajoy, o los mismos partidos que han posibilitado la investidura de Pedro Sánchez hace un año. Ahora hay que dar un paso más allá: para parar los pies a los herederos del franquismo hay que hacer políticas de izquierda y legislar para la mayoría.

La reforma de la justicia es una necesidad. Los jueces no han de hacer política. Los problemas sociales se solucionan con políticas sociales y los problemas de encaje territorial se solucionan con política. Es hora de dejar al lado la dialéctica sin compromiso y abordar una reforma constitucional encaminada al federalismo, no como respuesta al independentismo, sino como respuesta a la necesidad de la sociedad de un nuevo marco de relación entre los pueblos, que evite el dumping fiscal entre autonomías, que garantice los mismos derechos y oportunidades, los mismos servicios públicos, independientemente de la región y que garantice un sistema de financiación justo que sirva para fortalecer lo público frente a las amenazas de desmantelamiento de la justicia social y frente a las amenazas que suponen el enfrentamiento entre trabajadores y pueblos mientras los ricos se continúan haciendo más ricos.

Baltasar Santos

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